Esta pregunta me lleva a pensar en diferentes dimensiones que, para mí, hay que tener en cuenta de cómo vivimos.
La forma como hemos crecido, como hemos sido cuidados, protegidos, formados, sumado a las experiencias que hemos tenido, marca la manera como percibimos el mundo, sobre todo en las decisiones que tomamos para avanzar o no, en la vida.
El amor por la vida, por la existencia a pesar de las dificultades, de las pérdidas, de lo que no podemos cambiar. Entender que la aceptación nos lleva a asumir y comprender nuevos estilos de vida que ayudan hacer lo que se necesita para estar mejor.
Me pregunto: ¿qué tanto somos conscientes de lo que está en nuestras manos para hacer algo que nos permita estar mejor?, o nos quedamos atrapados en pensamientos que no permiten avanzar, porque consideramos que otras personas deben ayudarnos o salvarnos, ¿qué tanto creemos en nuestra voluntad, en nuestro propio poder como seres humanos?.
Siempre viviremos en incertidumbre, lo que hace que podamos avanzar, a pesar de no saber el futuro, es creer que tenemos las capacidades, el potencial para resolver las situaciones que se presentan, sean difíciles, o sean positivas, nuestra mirada consciente es lo que va a permitir el crecimiento, esa mirada resiliente que permite resignificar el dolor. Entender que la vida se vive en lo cotidiano, y ser consciente del tiempo presente nos permite conectar y hacer las cosas que nos da el bienestar.
Tener un propósito es importante para darle orden a nuestras acciones, y no me refiero en ganar la batalla, o ser el mejor porque para eso tendrías que compararte con otras personas, me refiero a lo que piensas que es importante lograr en el proceso del día a día, lograr eso que permite sentirte seguro, sentir que avanzas, eso que permite sentir confianza en que puedes lograr lo que te propones, con constancia y dedicación, cuidando cada detalle del proceso, puedes sorprenderte; porque puede ser que llegues a mejores resultados de los que esperabas.
La respuesta de estas preguntas y otras relacionadas con la autovaloración y el sentido de la vida, se aprende en la vida cotidiana, cuando somos niños buscamos sobrevivir, y muchas situaciones que para los adultos son pequeñas e insignificantes, para un niño pueden ser el origen de todos sus miedos, entendiendo como significaron la experiencia. El valor propio se aprende cuando los adultos cuidan, protegen, respaldan, orientan, fortaleciendo el sentido de seguridad, que tiene varias formas de entenderse, primero como: “no estoy en peligro” y otro “Puedo ser o comportarse como soy” sin miedo a la crítica, al juicio, simplemente poder ser ... muy relacionado con la autenticidad.
¿Dónde pones tu atención?, en los defectos, en los disgustos, en lo que hace falta?, ten cuidado; porque si te pasa esto puedes perder de vista lo que sí tienes para funcionar muy bien y te ayuda a estar estable. Siempre tendremos habilidades para desarrollar, gracias a que somos cambiantes, debemos adaptarnos a nuevas demandas o retos, esto nos permite desarrollar nuevos recursos, que permitirán el desarrollo personal y profesional. Gracias a las crisis podemos hacer un alto en el camino para evaluar, que tenemos y que puede mejorar, es parte de un proceso de adaptación, es parte de la vida y que nos permite estar conectados con el presente y con el bienestar.
Aceptar las emociones, aceptar la tristeza, la alegría, la rabia, nos permite entender nuestras necesidades del momento y del contexto, ¿qué tanto escuchas tu cuerpo?, qué tanto escuchas tu propia voz, para hacerle caso a tu intuición o corazonada?, ¿qué tanto vives en la duda de quien eres, o qué bueno puedes ofrecer al mundo y a ti mismo?. Conectar con el mundo interior, escuchar tus comprensiones de la realidad, y conectar con los demás es lo que permite tener una mirada circular, una mirada del contexto, esa mirada del pasado que enseña lo que sí funcionó o de lo que puede ser mejor y la mirada del futuro en donde imaginamos que puede mejorar, o qué podemos hacer en el presente para seguir adelante.
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